09 noviembre 2012
EL TALLER MECÁNICO MÉXICO.
“EL TALLER MECANICO MEXICO”.
En la época en que estuve en la Escuela Primaria Leona Vicario, la situación económica de mi madre era muy precaria, pues mi padre con mis hermanos mayores se había ido a México, D. F., y no teníamos noticias de ellos, años despues supe que mi padre había muerto en 1936, mis hermanos ya no regresaron a Tapachula, así es que con muchos trabajos terminé mi educación primaria en el año de 1943, diciéndome entonces mi madre, hijo ya no puedes seguir estudiando, tienes que decidir que oficio quieres aprender para seguir adelante. Esta situación era muy común en ése entonces, pues solo había una Escuela Secundaria en Tapachula, la cual estaba ubicada en la Calle Central Poniente, entre 2ª. Y 4ª. Avenidas norte, precisamente donde hoy se encuentra el Edificio del SAT Servicio de Administración Tributaria.(Hacienda).y solo las familias de recursos podían enviar a la Secundaria a sus hijos.
Me decidí por aprender la Mecánica Automotriz y en consecuencia mi madre le habló al Maestro Celestino Martínez, que era amigo de la familia y tenía el “Taller México” el cual estaba en la 1ª. Calle Poniente, entre Central y 2ª. Av. Norte, precisamente junto a lo que hoy es el edificio de Teléfonos de México; actualmente su hijo Víctor Manuel Martínez Estrada, nieto de la “Tía Lola” tiene en el mismo lugar un negocio de venta de refacciones industriales y un estacionamiento.
Así és que entre a aprender la Mecánica Automotríz, con el Maestro Celestino, a quien le decían “El Negro” pues era bastante moreno, alto y muy fuerte, muy buen mecánico tenía su titulo de la National Schools; pero tenía también un carácter muy fuerte, pues cuando pedía una herramienta que necesitaba cuando estaba arreglando algún vehículo, ésta debería de llevársele al instante, porque si no, lanzaba a los aprendices algún objeto o llave con que estuviera trabajando, pues siempre andaba de prisa. Supongo que yó era algo listo y aprendí bastante con el maestro y en poco tiempo llegué a ser lo que vulgarmente se dice “su dedo chiquito” y a mí me confiaba las llaves de su taller y cuarto de herramientas, estuve en el taller México, como año y medio y lo más que llegó a dar como ayuda fueron $7.00 a la semana, de aquellos pesos de 0.720 de plata, que si valían, eran muy sonoros cuando caían sobre las banquetas o los sonaba uno dentro de la bolsa. Las gentes de ése entonces, decían, “no hay mejor amigo, que un peso en la bolsa”. (Hoy nuestra moneda da vergüenza y vale menos que nada por no decir una grosería.)
El Maestro Celestino, me estimaba mucho, tanto así, que cuando me salí de trabajar con él, se enojó tanto, que estuvo mucho tiempo sin hablarme. (Pasado el tiempo se sorprendió mucho, cuando me encontró como Contador General de la Beneficiadora de Café California.)
En mis tiempos de aprendiz, habían pocos mecánicos en Tapachula, eso sí muy buenos, entre ellos recuerdo al maestro Adolfo Magaña, que tenía su taller en la esquina de Central Norte y Primera Calle Oriente, hoy se encuentra en ése lugar el Edificio de DIVIERTIVIAJES, era muy buen mecánico y en ocasiones fungió como Perito Mecánico de Tránsito; el Maestro Alberto Romero, que era mecánico del japonés Don Felipe Yamasaky cuando éste tuvo la Agencia de la FORD en Tapachula, la cual estaba ubicada en los bajos del Edificio, por cierto muy bien construido, que se encuentra aún en la esquina Sur Poniente del cruce de las Centrales.
Recuerdo una anécdota de Don Felipe Yamasaky, pues yó iba a comprar las refacciones a la FORD y en cierta ocasión un aprendiz estaba haciendo mucho ruido dentro del taller mecánico que se encontraba al fondo del edificio y por tal motivo don Felipe, no oía lo que yó le pedía y entonces gritó: “Beto, Beto, metero ra pata, sacaro ra calle” le decía en buen español, que sacara a patadas a la calle a la persona que estaba haciendo mucha bulla (ruido)
Creo que pude llegar a ser un buen mecánico, pero me salí porque la situación económica en mi casa, se ponía cada día más difícil y en parte porque no me gustaba andar todo el tiempo manchado de aceite y grasa y además porque el dinero que me daba el maestro a la semana, no alcanzaba ni para lavar la ropa, mucho menos para solventar los gastos de mi casa.
Hubo otra razón, que también influyó para que yó dejara la mecánica y era que en la Distribuidora Modelo, que además de vender cerveza, vendían azúcar, jabón, gasolina, petróleo aceites y grasa y como yó era el de las compras, cada vez que iba por grasa para el taller, me decía Don Francisco Aguirre Amantégui, que así se llamaba el español encargado del negocio: Enriquillo sírvete tu mismo la grasa, lo que hacía y casi siempre al primer intento le atinaba, yá fuera, medio kilo ó un kilo de grasa, me decía entonces, tienes buena mano, esta correcto y luego me insistía, ven a trabajar conmigo, te voy a pagar sesenta pesos al mes, es mucho más del doble, de lo que te da el maestro mecánico, vas a entrar y salir a tus horas y no vas a andar todo el tiempo chorreado.
Por los motivos expuestos y porque el maestro no nos pagaba a tiempo, pues casi todos los sábados se salía en su bicicleta al medio día y a veces regresaba ya muy noche, en algunas ocasiones mejor nos íbamos a nuestras casas y regresábamos el domingo por el dinero, hablo en plural, pues éramos varios trabajadores, entre los que recuerdo están Guadalupe Dominguez y Carlos Reyes alias “El Pollo”. Así fue como entre a trabajar a la Distribuidora Modelo, estuve una temporada en el mostrador, luego fui almacenista y por último vendedor de cerveza.
Este cambio de trabajo, influyó mucho en mi vida, pues le dio otro rumbo completamente distinto, y, mejoré social y económicamente, al tratar a otras personas de mayor edad y de más cultura.
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