20 octubre 2012
EL DOGO.
“EL DOGO”
De san Francisco Chiquirichapa, mi hermana se vino a vivir a Tapachula y consiguieron en alquiler una casita muy bonita que estaba como a 100 metros del ferrocarril, precisamente sobre el camino que le decíamos de las hortalizas japonesas y que llegaba hasta el Campo Aéreo viejo, “Los Cerritos”, actualmente es la prolongación de la 6ª. Av. Sur. Allí tuve de compañero un perro, que era del dueño de la casa Don Gonzalo Domínguez. que recuerdo era de oficio fontanero y como tenía otra casa más al centro de la ciudad, se cambió y nos alquiló la casita, pero, “El Dogo” que así se llamaba el perro, no se quiso ir, ni por Dios ni por los Santos y por tal motivo me lo regaló; cabe decir que cuando mi hermana se vino a vivir a Tapachula, mi mamá me llevó a casa de mi hermana, para que ella me mandara a la escuela y me enderezara un poco, pues yó era muy travieso y no quería que me fuera a volver un “vaguito”.
El perro me tomó tanto cariño, pues yó lo bañaba, lo cuidada y lo llevaba a donde quiera que fuera a hacer los mandados y cuando algún chamaco quería pegarme o pelear conmigo, el perro me defendía, pues empezaba a gruñir y a ladrar y lógicamente los chamacos desistían de buscarme pleito. Recuerdo que había un chamaco pastelero, más grande que yó, que me molestaba mucho y a veces me coscorroneaba, pues por desgracia, me lo encontraba muy seguido cuando iba a comprar las tortillas o el pan y no llevaba al Dogo, la verdad que le tenía miedo y él lo sabía; pero un día llevaba yó a mi Dogo, me armé de valor y al verlo con su tabla en la cabeza llena de pasteles, le dije, a ver si ahora me pegas y al mismo tiempo lo empujé y le tiré de la cabeza la tabla con los pasteles, que fuéron a parar a la cuneta llena de chapapote que había al lado de la vía del ferrocarril, quiso hacer el intento de pelear conmigo, pero, al ver al perro se contuvo y se puso a llorar, yó aproveche la ocasión para salir corriendo para mi casa y conmigo el Dogo. Rato despues se presentó el pastelero con un policía y otras personas y mi cuñado tuvo que pagar el valor de los pasteles, que fuéron algo así como $ 30.00 ó$40.00pesos de plata de o.720 pero, con la condición de que el pastelero yá no se metiera conmigo, creo que ya no le quedaron ganas de molestarme, pues desde ése día ya no vi más al pastelero. El Dogo, era de color negro, pelo más bien grueso y ralo, chaparrón, muy fuerte y hocico corto, lo sentí mucho cuando murió, era muy bravo y un día amaneció muerto en el patio de la casa, creo que lo envenenaron. Al paso del tiempo mi hermana y su marido se separaron (se volvió borracho consuetudinario) mi hermana se fue a vivir con unos familiares y yó me fui a vivir con mi mamá.
Por ese entonces, mi madre vivía en un cuarto propiedad de Don Rodrigo Rivera, (Tiburón Casero) le decían así, porque tenía muchas viviendas para alquilar y no dejaba un día pasar la renta y el mero día que se vencía, muy de mañana pasaba y tocaba las puertas y solo decía “Casa” “Casa” y se enojaba mucho si no se le pagaba en ése momento y se iba refunfuñando. Esta cuartería, estaba sobre la 7ª. Calle Oriente, casi esquina con la 1ª. Av. Norte. (Frente a Don Mariano Moody) allí conocí o más bien me conoció Doña Anita Cué de López, pues una de sus hijas “Jacinta” era mi madrina de evangelios. Pues mi abuela doña Leona, había vivido algún tiempo en una casa de otate y teja de barro que estaba en la esquina de enfrente de la casa de “Las López Cué”, creo que de esa querida familia han muerto a la fecha todas sus integrantes a quienes recuerdo con cariño. pues me vieron nacer y me chinearon como vulgarmente se dice.
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