19 diciembre 2011

“FRONTERA CON ESTADOS UNIDOS

“FRONTERA CON ESTADOS UNIDOS

Este tema es tan basto y complejo, que puede dividirse en tres grandes etapas: De 1821 a 1854, período durante el cual las acciones de uno y otro país estuvieron encaminadas a establecer sus límites comunes; de 1855 a la tercera década del siglo XX, en que se sucedieron incidentes fronterizos de toda índole; y de 1930 a la fecha, en que las cuestiones de interés recíproco a lo largo de la línea divisoria tienen ya el carácter de problemas cuya solución, por lo general, han buscado ambos gobiernos dentro de un marco técnico y jurídico. La frontera fue tradicionalmente una barrera geográfica, política y aún militar, hoy es un área donde México se esfuerza por practicar los principios de la amistad y respeto entre vecinos. (Lo que aún no consigue y no conseguirá, dado el carácter ventajoso, prepotente y racista de nuestros vecinos del norte).

La primera frontera entre México y los E.U. fue la que convino con España el 22 de Febrero de 1839, ocho años atrás al haber estallado en la Colonia la lucha por la Independencia, se suscitó en el Congreso de Washington la inquietud de saber con precisión cuales eran sus fronteras meridionales. Los E.U. sostenían que Luisiana llegaba hasta el Río Bravo o Grande del Norte, España a su vez que Texas se extendía hasta las riberas del Misisipi. En 1818 el gobierno norteamericano reconoció a Luis de Onis como ministro de España y al año siguiente se firmó el tratado que situó la frontera, a partir del Océano Pacífico, a lo largo del paralelo 42, el meridiano 103º 08’, del río Arkansas, el meridiano 100, el río Rojo y el río Sabinas. El Tratado Adams-Onis, fue aceptado como suyo por la Junta Provisional Gubernativa presidida por Agustín de Iturbide, el 23 de Diciembre de 1821, apenas 3 meses después de haberse declarado la independencia de México. Estos hechos inspiraron la Ley de Colonización de 1824, que prohibía a los extranjeros asentarse en una faja de 20 leguas de ancho en las fronteras y de 10 en las costas, y que preveía la necesidad de estimular el poblamiento, por mexicanos, de aquellos remotos confines.

El lº de julio de 1825 Joel R. Poinsett se acreditó como representante de los E.U. ante el gobierno de México y, en el mismo acto de entrega de credenciales, anunció el propósito oficial norteamericano de negociar sendos tratados de comercio y de límites. El Secretario de Estado Henry Clay instruyó a Poinsett para que presionara en el sentido de revisar el tratado de 1819. Según él, el límite del Río Sabinas estaba demasiado cerca de Nueva Orleáns y la circunstancia de que la navegación por ésa vía fuese libre para ambos países podría acarrear dificultades en el futuro. (Este Poinsett ya había hecho con anterioridad un viaje de espionaje en su carácter de agente confidencial de los Estados Unidos, el 19 de Octubre de 1822, es decir a escaso un año de haberse independizado México de España, habiendo comunicado a los E.U. la situación tan difícil de México después de once años de guerra y por lo mismo no podría defenderse en caso de que E.U. le hicieran una guerra, como sucedió años más tarde.)

Se comprueba que siempre han actuado nuestros vecinos con “premeditación, alevosía, ventaja y espionaje”.

Una frontera más ventajosa para ambas partes debería buscarse al oeste del Sabinas y al sur de Arkansas, con la ventaja México, de que su capital quedaría más al centro del territorio y de que EE.UU. se encargaría de limpiar el área de indios salvajes. ¿Cuál ventaja para México? Lucas Alamán que era entonces Secretario de Relaciones, consiguió que se nombraran comisiones mixtas para que examinaran el terreno.

En julio de 1826 se supo en México que los norteamericanos estaban armando a los comanches. En diciembre, éstos y un grupo de norteamericanos se sublevaron, proclamando la República Libre de Fredonia y establecieron su cuartel general en Nacogdoches. Los capitaneaban Hayden Edwards y John de Hunter, a quienes México había negado una concesión de terrenos. El gobierno de Washington negó toda participación en los sucesos; pero el de México le pidió que evitase las incursiones de los indios y la participación de sus ciudadanos en invasiones y actos sediciosos. El Secretario Clay dijo que estos hechos eran imputables a México, quien deseando estimular la inmigración había otorgado concesiones excesivas e indiscriminadas, provocando con ello la devaluación de los terrenos de Texas y una “mezcla inconveniente de pobladores”. (Siempre el racismo). El remedio a su juicio, consistía en establecer una nueva frontera, de modo de que las áreas críticas pasaran a manos de E.U. (siempre la ventaja). Y dio a Poinsett para que planteara la siguiente alternativa: Correr el límite del Sabinas al río Colorado (en Texas) o al Bravo y el Pecos, respetando por el norte el ya convenido del Arkansas y el paralelo 42. Por el primer proyecto se pagarían un millón de dólares; por el segundo 500 mil. La proposición fue rechazada. Las conferencias sobre límites culminaron a principios de 1828, una vez que regresaron los comisionados. El 24 de abril de ese mismo año el ministro Poinsett firmó el Tratado para el arreglo de fronteras, según el cual se consolidaba lo convenido en 1819. Sin embargo E.-U. nunca llegó a ratificar ese instrumento. (Me vale, prepotencia clásica). Lo anterior quiere decir que los E.U. solo firman tratados ventajosos para ellos.


A fines de 1829 Poinsett fue sustituido por Anthony Butler. Este traía instrucciones de insistir en la compra de Texas y de hacer proposiciones en efectivo según se conviniera la nueva frontera en el río Brazos, en el de Baca y el Colorado, o en las praderas al oeste del Nueces, todos mas o menos paralelos y alejados cada vez más del río Sabinas. Esta insistencia se fundaba en la previsión de que los norteamericanos tendrían que retirarse si se ratificaba el tratado de 1828, teniendo México que compensarlos por el valor de sus tierras y de sus inversiones. Las reclamaciones por éste motivo serían muy cuantiosas y acaso México se viera en dificultades para pagar. La formula más sencilla, según Butler, era que los E.U. se extendieran de modo de comprender dentro de su territorio todas esas propiedades. Además ---y esto pareció ser más un anuncio que una profecía--- tarde o temprano los colonos texanos, cuyo número e intereses crecían constantemente, acabarían por sublevarse y reclamar su independencia. El gobierno mexicano estaba imposibilitado para adoptar medidas que contrarrestaran tanto la situación en la frontera cuanto la presión diplomática, la lucha interna de los partidos en 1832, tenía distraídos en la guerra civil todos los recursos del Estado. En febrero de 1833, cuando volvió transitoriamente la normalidad, el nuevo Secretario de Relaciones, Bernardo González, se enteró de que el Tratado para el arreglo de fronteras estaba firmado procedió a publicarlo. Esto precipitó los acontecimientos de Texas. (al amparo de Washington).


Los pobladores norteamericanos de San Antonio de Bejar se sustrajeron a la autoridad del gobierno de Coahuila y Texas, y el 1º de abril de 1833, reunidos en una convención con los otros colonos, solicitaron a México que se les erigiese en estado libre e independiente. Los tratados diplomáticos entre México y los E.U. seguían teniendo como tema el nombramiento de los comisionados que debían examinar los límites sobre el terreno, mientras tanto los cruces ilegales de la línea divisoria continuaban, se habrían en Nueva Orleáns puestos de contratación de voluntarios para el ejército libertador de Texas y la convención de Filadelfia desviaba a las praderas del Sabinas y el Pecos a los negros que debían de ser enviados a Liberia. En julio de 1835, mientras los texanos cerraban el paso a las tropas mexicanas, Butler recibía instrucciones de negociar un nuevo límite, por el paralelo 37, que dejase el puerto de San Francisco bajo la soberanía de la unión. Por esta cesión adicional se ofrecía un millón de dólares.

En noviembre de 1835 se reunió una segunda convención en San Felipe de Austin y los colonos texanos decidieron mantenerse separados de la autoridad de la República en tanto subsistiera el régimen centralista. Unos días después tuvieron el primer encuentro formal con tropas mexicanas, siendo derrotado nuestro Gral. Cos en el Álamo. Para ése entonces funcionaban ya en Nueva York oficinas especiales de reclutamiento y un servicio regular de barcos a Nueva Orleáns para apoyar el levantamiento. El Gral. Santa Anna decidió entonces hacer una campaña formal para someter a lo sublevados y la respuesta fue una tercera convención, reunida el 1º de marzo de 1836, en la que se declaró la independencia definitiva de Texas. Tras una campaña de pequeños éxitos aparentes, Santa Anna fue hecho prisionero por Sam Houston durante la batalla de San Jacinto. El precio de la libertad y la vida del caudillo (pillo) fue el retiro de las fuerzas mexicanas. La frontera, a su vez, se modificó de facto. En marzo del siguiente año, los E.U. reconocieron a la nueva República de Texas. (Todo había resultado como lo habían planeado los E.U.)

Contribuyó de manera muy importante a la separación de Texas el interés económico de los colonos fundado en la práctica de la esclavitud. Hacía 1829 un decreto restrictivo de la legislatura de Luisiana había hecho bajar en un 25% el precio de los esclavos. La fórmula para hacer reaccionar el valor de los seres humanos consistía en abrir un nuevo mercado de demanda en gran escala. La industria textil de Nueva Inglaterra, Manchester y Londres requería, a su vez, cantidades cada vez mayores de algodón que podrían producirse en Texas.

Y el pensamiento político norteamericano de la época sostenía que la esclavitud era “la base más segura y estable del mundo para las instituciones libres” (John C. Calhoum, vicepresidente de E.U. en 1834).

Nota: Actualmente (2006) México y los mexicanos y mexicanas, están esclavizados por consenso de sus gobernantes abyectos, herederos de Santa Anna y Lorenzo de Zavala).

A principios de 1836 el gobierno de E.U. había dado instrucciones al Gral. Gainer de proteger la frontera. En ejercicio de esa misión, el ejército norteamericano entró a territorio de México y llegó hasta Nacogdoches. Ante la protesta formal del embajador Gorostiza, el Secretario de Estado Forsyth indicó, significativamente, que “cualquiera que sea la frontera, México no está en posesión del territorio” (Siempre la Prepotencia)

Años más tarde, en 1840, México pidió a E.U. que impidiera la emigración de sus ciudadanos a California, lo cual dio ocasión al gobierno de Washington para sostener la tésis de que, “No se puede detener a los ciudadanos que intenten salir del territorio nacional sin intenciones de atacar a las naciones amigas”.

México y los países Latinoamericanos, así como de otras nacionalidades deberían, pues tienen derecho, a invocar la tesis anterior con motivo de la emigración de sus ciudadanos a E.U. pues no van a atacarlos, no tienen dinero ni para comer, mucho menos para comprar armas, al contrario van a trabajar para ellos y hasta se enrolan en su ejército para dar su vida por ellos, en sus guerras imbéciles de conquista como la que hacen actualmente a Irak.

El 29 de Diciembre de 1845 al ser aceptado Texas como estado de la Unión Americana, sus fronteras meridionales pasaron a ser problema del gobierno de Washington. El presidente Polk envió entonces a México. En calidad de ministro, a John Slidell, instruido para obtener el reconocimiento de la nueva línea divisoria, fijada por los texanos a lo largo del río Bravo y desde el nacimiento de éste hasta el paralelo 42, debiendo procurar además, la compra de Nuevo México y la Alta California. El gobierno mexicano se rehusó a entrar en negociaciones porque Slidell, ministro residente, carecía de facultades extraordinarias, en consecuencia los acontecimientos posteriores siguieron el curso de la guerra con los E.U. (Una guerra injusta y vil ).

En agosto de 1847, después de la batalla de Churubusco, el Gral. Winfield Scott, comandante de las fuerzas norteamericanas de invasión, propuso el armisticio que se convino el 22 de ese mes en Tacubaya y cuyo propósito consistía en celebrar negociaciones de paz, según dijo.

El representante del Presidente Polk, Nicolás P. Trist, presentó un proyecto en que fundamentalmente demandaba la cesión de Texas, Nuevo México y las dos Californias, además el derecho de transportar para siempre a través del Istmo de Tehuantepec toda índole de efectos por cualquiera de los medios de comunicación que existían.

Los comisionados mexicanos, luego de consultar con el gobierno no aceptaron y rechazaron la cesión de cualquier otra parte del territorio. En las reuniones del 2 y 3 de septiembre, Trist consintió en excluir la Baja California y un angosto corredor de la Alta para permitir la comunicación con Sonora; indicó que la cesión de Nuevo México era obligada y que sobre lo demás consultaría con Washington, para esto propuso una tregua de 45 días. El 5 de septiembre Santa Anna, rechazó el avenimiento y negó la tregua. El 6 Scott reanudó las hostilidades, el 8 cayó Molino del Rey, el l3 Chapultepec y el 14 la Ciudad de México. (Santa Anna, estaba de acuerdo con los E.U. desde la batalla de San Jacinto).

A mediados de octubre asumió la Presidencia de la República Manuel de la Peña y Peña, quién propuso reanudar las negociaciones; y en noviembre, el Congreso confió el ejecutivo al Gral. Pedro María Anaya, habiendo pasado aquél a la cartera de Relaciones. Se confirmó el nombramiento de comisionados al Lic. José Bernardo Couto y Lic. Miguel Atristáin y se añadió a la delegación Luis. G. Cuevas. Todo el mes de enero de 1848, en la ciudad de Querétaro, discutieron con Trist los términos del arreglo, cuya firma, a la postre, fue presionada con la amenaza de un rompimiento y por ende seguir la injusta guerra de invasión.

El tratado de paz, amistad, (cuál paz y amistad) y arreglo definitivo entre la República Mexicana y los Estados Unidos de América, se firmó en Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848. El Art. V, que estableció la frontera, quedó redactado de la manera siguiente:

“La línea divisoria entre las dos Repúblicas comenzará en el golfo de México, tres leguas fuera de tierra frente a la desembocadura del río Grande, llamado por otro nombre Río Bravo del Norte, o del mas profundo de sus brazos; si en la desembocadura tuviere brazos correrá por la mitad de dicho río, siguiendo el canal más profundo donde tenga más de un canal, hasta el punto en que dicho río corta el lindero meridional de Nuevo México: continuará luego hacia Occidente, por todo este lindero meridional (que corre al norte del pueblo llamado Paso) hasta su término por el lado de Occidente; desde allí, subirá la linea divisoria hacía el Norte por el lindero Occidental de Nuevo México, hasta donde éste lindero está cortado por el primer brazo del río Gila: ( y si no está cortado por ningún brazo del río Gila, entonces, hasta el punto del mismo lindero occidental más cercano a tal brazo, y de allí en una línea recta al mismo brazo, continuará despues por la mitad del mismo brazo); y la confluencia de ambos ríos la línea divisoria, cortando el Colorado, seguirá el límite que separa la Alta de la Baja California hasta el mar Pacífico.

“La línea divisoria que se establece por este artículo, será religiosamente respetada por cada una de las dos repúblicas; y ninguna variación se hará jamás en ella, sino de expreso y libre consentimiento de ambas naciones, otorgado legalmente por el gobierno general de cada una de ellas, con arreglo a su propia Constitución.

A mediados de 1853 las relaciones entre los dos países parecieron aproximarse a otra crisis: nada o muy poco hacía el gobierno de E.U. para evitar--conforme al Art.XI del tratado recién suscrito—las incursiones de los indios a territorios de México, ni tampoco contener la invasión de pobladores norteamericanos a las tierras al sur del río Gila. Dos grandes incentivos económicos estimulaban este nuevo acto expansionista, ostensiblemente apoyado por el Congreso y la Casa Blanca: la construcción del FC. del Pacífico, cuyo paso obligado se había localizado en los planes de la Mesilla, y el hallazgo de oro en la Alta California. A tan grave tono llegaron las contestaciones diplomáticas que los periódicos de ambos países discutían la posibilidad de una nueva guerra.

Así, mientras ambos reforzaban sus destacamentos en la frontera, el Presidente Pierce envió a México, como ministro extraordinario a James Gadsden, presidente del FC de Lousville y uno de los más entusiastas promotores de la vía Ferrer transcontinental. De agosto a diciembre de 1853 Gadsden celebró varias pláticas—algunas con el propio Santa Anna en privado---durante las cuales llegó a formular hasta cinco proposiciones alternativas: desde la compra de una gran porción de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California, hasta la cesión de solo la Mesilla. Las ofertas iban desde Dls.50 millones, hasta 15 millones según el caso. Y aún llegó el ministro norteamericano a considerar capaz a Santa Anna de aceptar la anexión de toda la República Mexicana a la Constitución de los E.U. A la postre solo se convino el 30 de diciembre de ése año, el Tratado de límites de la Mesilla, tambien conocido como compra Gadsden. (En la actualidad año 2007, viendo la actuación de nuestros gobernantes “neoliberales”, pienso que son herederos de los mismos sentimientos del “mocho” Santa Anna, hacia los E.U. ¿Ustedes que piensan?

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